Esta vez parece que sí, que se cumple el sueño.
Anoche, ya en la cama leyendo un ratito antes de echarme a dormir, recibo un correo electrónico de mi editor (claro, en Canarias es una hora menos) aconsejándome poner el nombre de mi mujer en la dedicatoia, que poner sólo para mi esposa quedaba un poco impersonal.
Agradecí la sugerencia y apagué la luz más nervioso de lo que estaba, teniendo en cuenta la desilusión tan grande que llevaba en el cuerpo después de la eliminación del Real Madrid en la Champions.
¡Huele a libro!
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